Crónicas de América 5. Santa Clara

Nuestra capacidad de asombro

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Me gusta pensar en el concepto de asombro como la capacidad del ser humano de trastocar su mundo interior a causa de un estímulo de tal grandeza que convierte a la experiencia en cambio. Cuando algo nos asombra se perturban nuestros pilares. Para llegar a crear un pensamiento crítico acerca del modo en que observamos la realidad que nos rodea tenemos la responsabilidad de romper con lo que conocemos como hábitos mentales. La adaptación hedónica a esos patrones que se repiten cuando tenemos una rutina sin salir de nuestra zona de control hace que los estímulos se vuelvan invisibles.

Nuestra manera de mirar, de ver, de observar y de pensar se mantienen intactas, inmóviles. Es cuando desaparece la inspiración, que no significa otra cosa que inhalación, la asimilación de un universo que ansía adentrarse en nuestro ser para salir en forma de reflexión, lágrima, poema o gesto de amor.

Para sentirnos inspirados necesitamos asombrarnos, y he de decir que hoy agitaron mi percepción acerca de muy variados y diversos temas; tanto, que a medida que iban pasando las horas las ganas de regresar a casa y escribir iban en aumento. Y no sólo de transformar lo vivido en palabras y nuevos relatos, sino también de corregir todo lo que hasta ahora había plasmado en mis escritos anteriores. Y es que Cuba tiene la capacidad de hacerme pensar una cosa un domingo y llegar al lunes convencido de todo lo contrario. Lo que antes era bueno hoy es regular, y lo que era regular ayer hoy no lo quiero ni en pintura. Eso es Cuba: la eterna contradicción entre los ojos del que ve un pueblo marchito y sin agua para regar y los oídos del que no deja de escuchar la música sonar.

Empezaré por el final lanzando de forma ilógica mi conclusión al inicio: estaba fuertemente equivocado cuando decía que todos los cubanos quieren escapar. A la vez, tenía totalmente la razón cuando lo decía, si es que esa paradoja tiene algún tipo de sentido. Escapar sí, pero no necesariamente de forma literal o físicamente, no obligatoriamente del país. En Cuba hay dos posturas básicas que parecen antagónicas pero que, sin embargo, comparten el amor por su tierra. La amplia mayoría abraza el modo de entender la vida cubana: la filosofía del disfrute del momento, la fiesta, la vida en la calle y el baile, el que las horas del reloj se ralenticen, la lucha por la igualdad y el socialismo. La diferencia estriba entre la desesperanza de cambio de aquellos que arrojan la toalla y luchan por volar y la resignación del que acepta una vida repleta de limitaciones.

Mientras muchos aseguran no querer ni tener la necesidad de salir de Cuba admitiendo que lo único que necesita el país es la mejora de la economía, otra parte de la población (la liderada por los jóvenes) ansía experimentar lo que significa otro estilo de vida basado en la libertad de poder elegir. Libertad que aquí, seamos honestos, no existe. A pesar de que es cierto que sobre Cuba se han alzado numerosos falsos mitos que hoy siguen vigentes, construidos en gran parte a manos de la propaganda y maquinaria estadounidense (para muestra la ley de “pies secos pies mojados” que implantó Bill Clinton), no podemos obviar que lo de Cuba en las últimas décadas es una dictadura tan grande como el Capitolio. Qué paradoja que la bebida más famosa aquí se llame Cuba Libre, ¿no?

Yo, que soy periodista y tengo como valor esencial el libre flujo de comunicación y el acceso a la información, sé distinguir cuándo una sociedad posee ese derecho fundamental y cuándo está amputado. La existencia de partido único, aunque se disfrace de democracia al dar la oportunidad al pueblo de elegir a algunos políticos, echa por tierra cualquier intento de tesis defensora que niegue el control absoluto por parte de esta dictadura. Es muy común, por otro lado, que los países absolutistas nieguen su condición.

No obstante, cabe también analizar los factores objetivos que provocan que este pueblo no haya evolucionado económica, política y socialmente en las últimas seis décadas. Entre todos ellos hay uno que destaca por encima: el bloqueo comercial, económico y financiero de Estados Unidos en contra de Cuba. El mal llamado embargo, vigente desde el año sesenta del pasado siglo, fue la respuesta a las expropiaciones de propiedades de ciudadanos y empresas estadounidenses en la isla a manos del nuevo gobierno. Ese nuevo gobierno no era ni más ni menos que el grupo victorioso de la Revolución, comandado por Fidel Castro y compañía.

También existen otras maneras de referirse al bloqueo, como la que reza un cartel en plena Habana: “el genocidio más largo de la Historia”. Aunque en principio en las medidas no entraban alimentación ni medicinas, dos años después se endurecieron los términos. No sólo se cerró el flujo de toda relación entre el gigante americano y Cuba, sino que USA actuó a través de la permanente amenaza al resto de países del planeta. Estos se vieron obligados a cortar todo vínculo que les uniese a Cuba si no querían recibir las represalias y consecuencias de entrar en lista negra de los Estados Unidos de América.

Durante todos esos años hubo un aliado muy interesado en hacerle la puñeta a su declarado archienemigo. Cuba dependía al cien por cien de los lazos diplomáticos que tras la Revolución le casaban con la Unión Soviética. Sin embargo, tras el colapso del campo socialista en el año noventa, este país vivió el periodo más difícil de su reciente Historia: el Periodo Especial. Según me contaba un amigo cubano durante esos años no haba apagones, sino alumbrones.zos diplomsu archienemigo.negraía apagones, sino alumbrones”. La luz venía durante unas pocas horas en las que las familias aprovechaban para cocinar, lavar, y usar la poca electricidad que se proveía. Los bienes Los bienes se dividían entre los de primera necesidad y otros de los que la población se veía obligada a prescindir, como unos zapatos.

Lejos, pero no tanto, nos situamos hoy. Siempre recordaré el este presente día como uno de los días más extraños de mi vida. Extraño y completo. La mañana comenzó en Trinidad, donde un taxi de los que aquí llaman colectivo (coche particular que va recogiendo a personas que viajan por separado) nos llevaría a mis dos nuevos amigos españoles, Nadir y Patricia, y a mí a un punto clave para la victoria de la Revolución Cubana.

 

Un veintiocho de diciembre del año cincuenta y ocho del siglo pasado comenzó una batalla sangrienta que tuvo como objeto ser el colofón del derrocamiento del gobierno de Fulgencio Batista, que se había alzado al poder gracias a un golpe de estado que trajo a posteriori el terror infundado en la población. El día después y ante la inminente derrota, el dictador Batista decidió huir a refugiarse a Estados Unidos, país para el que había estado a completa disposición durante sus años de mando. La toma del tren blindado de Santa Clara fue el desencadenante final de una victoria que cambiaría para siempre la historia de Cuba. Por eso este lugar tiene tanta relevancia. Aquí nació el socialismo cubano. Y el día parece haberse empeñado en mostrarme vidas llenas de contrastes. Todas ellas comprensibles y comprendidas, cada una con sus circunstancias, tan reales como la vida.

 

Pero esas misteriosas vidas conformarán otro capítulo. Ahora toca descansar…

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